Con dos nominaciones al Oscar, este filme escrito, dirigido y protagonizado por Jesse Eisenberg captura las distintas caras del dolor humano, poniéndole distintos nombres y orígenes, pero que al final todos sentimos y abordamos de manera distina.
En Un Dolor Real podemos ver a David (Jesse Eisenberg) y Benji (Kieran Culkin) (quienes son brillante y visceralmente bien interpretados), dos primos que son como el agua y el aceite, pero que alguna vez fueron sólo como agua, en todos los sentidos.
David tiene la vida perfecta: Un empleo bien remunerado, una esposa que lo ama, una hija súper inteligente y una hermosa casa en la cual vivir. Es altamente calculador y frío, tiene su vida cronometrada a la perfección y nunca tiene vacaciones, sin embargo, logra hacerse una semana de descanso para acompañar a su primo Benji en un viaje.
A Benji lo percibimos como un rebelde: Modales raros, un sinvergüenza, dice todo lo que piensa, viste como le place y parece que no se baña, pero decide embarcarse en este viaje con su primo David a un destino que los une: su pasado, o, poniéndole un nombre, su abuela.
Desde el minuto cero vemos una especie de química en esta extraña dupla, que de botepronto parece que no hay forma de que se agraden, pero extrañamente sienten un amor tan grande que, nos hace preguntarnos qué fue lo que los separó. Sabemos qué los unió de nuevo, y es que este viaje tiene la finalidad de visitar la antigua casa de la abuela, para conocer su contexto y de dónde viene, ambos sienten una gran inquietud por conocerla, pero tal vez no por las mismas razones, tal vez, ambos esconden algo, y no parece ser lo mismo.
Esta aventura tiene una intención graciosa y absurda en ratos, en otros dramática (pero de manera orgánica, sin querer serlo). Rayando el cine de arte y representando el cine de autor, Eisenberg nos deja abierto y público su diario, para que conozcamos todos sus secretos y unos sentimientos tan complejos y entrañados, pero tan empatizantes y tan conocidos para todo el que la vea; retrata de manera perfecta la depresión y el hartazgo de un grupo contrastante de gente que, a pesar de tener diferentes razones para sentir dolor, lo comparten aunque no lo muestren.
El filme entero adopta un tono muy peculiar gracias al soundtrack, y es que la totalidad de las canciones que escuchamos son del compositor franco-polaco Frédéric Chopin, al cual, de hecho, se le hace un bonito y descarado gesto en cierto metraje de la película. Además, la fotografía llega a ser una contemplación de la arquitectura Polaca, no teniendo que ser un experto para notar la obsesión con la simetría y la estética.
Si te gusta el cine introspectivo, el humor incómodo y/o necesitas una exploración de tus traumas y reconocer rincones de ti que ignorabas que seguían pagando renta en tu mente, debes ver Un Dolor Real.
Aquí puedes ver el tráiler oficial: