Autor: Fernando Trujillo
Conocí a Vicente Castillo entrando a la Universidad, él impartía la asignatura de antropología física mientras, que por mi parte, la de antropología social, era un hombre calmado de treinta y ocho años, cabello castaño y gafas, tenía más de cinco años trabajando para la Universidad. Lo que nos hizo amigos fue nuestro interés en la literatura de Edgar Allan Poe, Vicente hizo su tesis basada en la obra del autor norteamericano, para titularse en la licenciatura de filosofía y letras.
Había llegado a la ciudad hace solo unos meses, la CDMX era muy diferente a lo que era Mérida, era una ciudad más grande, menos monótona y más agresiva, Vicente fue mi primer amigo, él venía de Monterrey, pero todo este tiempo viviendo en la capital, ya lo habían vuelto parte de ella. Pasaron los días, Vicente me ayudaba a adaptarme no solo a la Universidad sino, también al agitado ritmo de vida de la capital.
Íbamos a bares a hablar de varios maestros del terror, su preferido ante todo era Poe, al que llamaba “padre de todos”, de no ser por Poe– solía afirmar a menudo– no existirían Lovecraft, Machen, Blackwood, King, Barker y Ligotti, fue la obra de Poe quién lo comenzó todo. En nuestras pláticas él afirmaba que odiaba a Stephen King, consideraba toda su producción literaria una basura, era el equivalente a la comida rápida– algo con lo que el mismo autor estaba de acuerdo, al afirmar que su obra era como una hamburguesa de McDonalds con papas fritas– era para el gusto de un público que no conocía nada de la elegancia y estilo de Lovecraft y Poe. La película “El Resplandor” le parecía, sin embargo, una buena película de terror pese a que el mismo autor odió esa adaptación, a menudo afirmaba que Kubrick hizo bien en alejarse de todo el material vulgar del autor de Maine.
Pero, a pesar de todo no conocía gran parte de la vida de Vicente, nunca hablaba de su familia, solo sé que tenía una hermana que vivía en Monterrey, pero fuera de ese dato no conocía a sus padres o a algún otro pariente. Nuestro bar favorito se llamaba “La Reina del Mezcal”, se encontraba en lo que es Coyoacán, ahí pasábamos los fines de semana bebiendo y platicando con Sandra la simpática camarera. Nos gustaba, más que nada, la cerveza artesanal, de vez en cuando un buen mezcal y un plato de nachos con pollo, durante las vacaciones de verano regresé a Mérida a pasar unos días con mi familia, él por su parte me dijo que desactivaría su cuenta de Face por el período vacacional, me dijo que necesitaría un tiempo alejado de todo lo referente al mundo virtual.
Durante el período vacacional la pasé en la casa de playa de Chelem, leyendo una selección de relatos de Editorial Valdemar, se llamaba “Miedo en el cuerpo: 25 años de terror con Valdemar” y contenía relatos de Ligotti, Bierce, Howard, por supuesto Lovecraft y abría con uno de los relatos más desconocidos pero, también uno de los mejores del maestro Poe “El hombre de la multitud”, el libro me lo recomendó Vicente antes de las vacaciones, cuando visitamos la Librería Péndulo, ya tenía ganas de verlo de nuevo y compartir mis impresiones.
A inicios de clases Vicente me citó a La Reina, tenía algo que platicarme, algo muy importante. Nos vimos alrededor de las ocho y media de la noche. Me senté en una mesa que estaba al fondo, el bar estaba decorado con imágenes de catrinas, tenía en sus paredes fotos de Gabriel García Marqués, Frida Kahlo, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Tin Tan, un afiche de la película “El Topo” de Jodorowsky y otro afiche de la película “Viva la muerte” de Fernando Arrebal. Vicente llegó vestido con una camisa marrón y unos pantalones azules, le pidió a Sandra una cerveza artesanal y se sentó a mi lado, nos dimos un abrazo y me preguntó por mis vacaciones. Le hablé un poco de mi ciudad, le conté algunas anécdotas, el solo mencionó que la pasó con la familia, pero fuera de eso, no dio más detalles, sobre su vida anterior a nuestra amistad mantenía un hermetismo total.
–¿Tienes amigos en Monterrey?
–No muchos.
–¿Saliste con ellos?– Sandra llegó en ese momento con la cerveza artesanal y mi tarro de cerveza clara. Él simplemente hizo un gesto negativo y brindó por nuestro reencuentro.
Hablamos sobre el libro de relatos que leí, le conté de mis opiniones, mis relatos favoritos, él compartió sus opiniones, teníamos nuestros favoritos y también los menos favoritos, coincidimos en que, fue una decisión acertada de la editorial el comenzar por un relato del maestro Poe, coincidimos en que el relato de Bram Stoker fue malo y en que Clark Ashton Smith tiene mejores relatos que el que se incluyó.
–Poe es el padre de todos ellos, sin él no hubiera existido un Lovecraft, un Howard, un Ligotti. Todos ellos tienen una deuda enorme con el maestro—afirmó, brindando de nuevo, tomo un largo trago para dejar asentada su cerveza, le pedimos a Sandra una orden grande de nachos con carne de res– Quería proponerte algo.
–Claro, tú dime– Ya estaba terminando mi cerveza y quería una artesanal como la que mi amigo tenía. Vicente tenía en ese momento un semblante serio, supuse entonces que la conversación hasta el momento de los mismos temas de siempre. Cambió a algo que requería mucha formalidad por ambas partes.
–Escucha, esto es un secreto y tienes que jurarme que nunca le dirás a nadie– le di mi palabra de que jamás le diría a alguien, sobre lo que me contaría, debía de tratarse de algo realmente serio para tener esa postura.
–Hay un club en la ciudad, uno muy exclusivo dedicado a la obra de Poe– en ese momento se acercó Sandra con nuestro pedido, dejó de susurrar y le ofreció una sonrisa a la chica, ella dejó lo que tenía en la charola. Cuando se retiró, continúo con lo que estaba tratando– No investigues en la red ni busques información no la encontrarás, pero nos dedicamos a honrar al maestro– Esto me estaba interesando, el que hubiera un club dedicado a la obra de Poe no era nada raro, muchos grupos se dedicaban a su lectura junto con la de otros maestros del horror, pero este debía de tener algo secreto si tanto Vicente como sus miembros lo mantenían en el anonimato.
–Nos reunimos a hablar de Poe, pero lo mejor son las fiestas bimestrales– dijo con una sonrisa, me explico cómo cada dos meses el club hacia una fiesta, nunca era en la misma ubicación, sino que cambiaban de lugar en lugar y solo se podía entrar con una invitación, a la fiesta, estaban prohibidos los celulares y cámaras, todas se depositaban en una bandeja y se recogían al final de la fiesta.
–¿Qué es tan secreto?
–A eso voy– dijo acabando su cerveza, le pidió a Sandra otra artesanal.
–Nos vestimos como personajes de alguna obra de Poe, hacemos una orgía, consumimos drogas y alcohol por supuesto– no esperaba eso, había pensado que se trataba de un club que leía la obra del autor, pero rendían un extraño homenaje con orgías, la idea me sonrojo.
–Te escogí para entrar por nuestros gustos similares, parece que podrías ser un buen miembro.
–Es que…es…
–Entiendo, te pone un poco nervioso, pero créeme que será una gran experiencia– siempre fui muy tímido con las mujeres, la idea de una orgía me ponía demasiado nervioso, tomé un trago de mi cerveza mientras, rehuía la divertida mirada de mi amigo.
–¿Qué tipo de personas van?
–No se hacen distinciones de clase social, solo nos une el gusto por Poe–dudé que la mayoría solo fuera por Poe, muchos debían de ir por la droga y el sexo, pero no cuestione ese aspecto.
–¿Qué dices?
Lo pensé por un momento, podría ser divertido pensé, una nueva experiencia, le hice un tímido gesto afirmativo.
–En estos días te diré de nuestra próxima reunión, recuerda guardar silencio– brindamos, no sabía en ese momento cómo sentirme, si incomodo u honrado de ser aceptado en un club exclusivo, tal vez ambas.
Una banda de jazz comenzó a tocar, Vicente me comentó que la banda era buena, ya los había escuchado en otro bar. No tocamos el tema del club en lo que restaba de la noche.
Dos semanas pasaron desde nuestra conversación en el bar, desde entonces no volvimos a tocar el tema del misterioso club, no mencioné el tema y mi amigo tampoco lo hizo, con el paso de los días, me fui olvidando del tema. Durante esos días salí con una joven de nombre Susana, ella era una estudiante de cine, le gustaba el cine de terror y más que nada las viejas películas, las nuevas cintas de terror– opinión que compartía con Vicente y conmigo– estaban saturadas de efectos especiales, todo era tan digitalizado, todo se hacía a través de una computadora, las películas de antes tenían efectos más artesanales, por decirlo de alguna manera, las viejas películas tenían un alma, eran más creativas, ahora todo se realizaba en un escenario digital, la sangre se realizaba de forma computarizada y resultaba más falsa que en las viejas películas.
Todas estas conversaciones las teníamos en algún café o en su departamento, a veces iba con ella y escuchábamos algunas de sus bandas favoritas, le gustaba Lacrimosa y Epica, a veces escuchábamos Siouxie and the Banshees. Pasó otra semana, hasta que Vicente me escribió un mensaje para pedirme que nos viéramos en La Reina. Una reunión de amigos como las que usualmente teníamos, pensé en la última y en lo que me dijo, no hablé de eso con nadie, ni siquiera con Susana. Llegué al bar alrededor de las seis y media, Sandra como siempre me atendió, llevándome a mi mesa, estuve chateando un rato con Susana y acordamos de ir mañana a la cineteca a ese ciclo de cine de Fritz Lang, al que acordamos ir hacia unos días. En ese momento llegó Vicente, se sentó a mi lado y le pidió a Sandra dos cervezas oscuras de barril para empezar.
–¿Cómo te ha ido, mi amigo?
–Muy bien– pasé a contarle de las clases, de Susana, después de que llegaron las cervezas brindamos por nuestro encuentro.
–Me alegro ¿Recuerdas lo que hablamos?
–Sí, lo recuerdo.
–La próxima semana será nuestra reunión. Te han aceptado ¿Vienes?
–Sí, estoy listo– Vicente brindó conmigo, todo lo relacionado con el Club Poe, pero resultaba intrigante y me seducía de algún modo– ¿Qué noche seria?
–En su momento te llamaré, iremos a buscarte.
–No tengo un disfraz.
–Te proporcionaremos uno. Tú no te preocupes.
–Va, te lo agradezco mucho– después de ese acuerdo brindamos de nuevo, al terminar nuestras cervezas pedimos otra ronda a Sandra. El resto de la noche hablamos de otras cosas, sin volver a mencionar el club.
En toda la semana no vi a Vicente, fui a la universidad, salí con Susana, ella me comentó que su amiga Camila estaba en una campaña para buscar a una joven desaparecida, la joven era una estudiante de medicina en Tlalpan y desapareció la noche del sábado. Camila era una activista feminista y había iniciado toda una campaña para buscar a aquella joven. No le tomé mucha importancia, en toda la semana estuve pensando en aquella fiesta a la que asistiría.
No le dije nada a Susana, mientras realizaba un trabajo de la Universidad al lado de Luis Eduardo, este siempre me decía que prestara atención, era un compañero con el que no me llevaba bien, así que quería hacer el trabajo lo más pronto posible para no tener que continuar juntos. Lo importante era la reunión que tendría el sábado, Susana me paso una foto de la muchacha para que la ayudara a distribuir por Coyoacán, la ayudé a hacerlo, en el parque, Camila y otras feministas realizaban un mitin exigiendo a las autoridades que la muchacha fuera encontrada con vida. En todo el sábado no recibí ninguna llamada o mensaje de Vicente, le dije a Susana que tenía un compromiso. Me quedé dormido mientras escuchaba a Radiohead en mi reproductor, desperté un rato después hasta que tocaron a la puerta. Era Vicente. Estaba vestido con un atuendo.
–Hola ¿estás listo?
–No me llamaste, pensé que lo cancelaron.
–Tuvimos unos asuntillos, te traje tu disfraz. Apúrate que nos están esperando– le ofrecí una cerveza a Vicente mientras esperaba a que tomara un baño, el disfraz consistía en un traje de un noble renacentista con un antifaz, me imaginé que correspondía al personaje del príncipe Próspero del relato La Máscara de la Muerte Roja.
–¿De qué estas disfrazado?
Vicente se puso una máscara que le resultaba grotesca, representaba a un humano, pero con las facciones tan exageradas que le daba un toque grotesco.
–Soy el Hombre de la Multitud.
Salimos del departamento dónde nos esperaba un chofer, le saludé, pero no me devolvió el saludo ni ofreció alguna expresión amigable. Vicente me colocó una venda en los ojos, no di resistencia, sino que entendía todo el secretismo del Club. En todo el trayecto, Vicente me hablaba de las chicas a las que conocería en la Fiesta de Poe, curioso nombre, pero muy apropiado, pienso. No me apetecía estar con otras mujeres, sin embargo, Vicente me hablaba de mujeres muy bellas pertenecientes a la clase intelectual de la ciudad, me habla de una prueba de iniciación.
Quiero saber a qué se refiere, pero prefiere a que lleguemos, escuchó el auto estacionarse, Vicente me ayuda a bajar del auto, toca una puerta y entramos, escuchó la puerta cerrarse ante mí.
–Bienvenido– me dijo quitándome la venda, un hombre con smoking y máscara de gorila está en la puerta, entramos a la sala y encuentro a numerosos invitados con máscaras de cuervo, gatos negros, personificaciones de la Muerte Roja, Hop Frog, mujeres ataviadas como si del siglo XIX se tratara, un hombre con black face que interpretaba a Júpiter de El Escarabajo de Oro.
Vicente me presentó con una hermosa joven ataviada de negro y con un antifaz que representaba a un cuervo, la joven respondía al nombre de Ligeia y la reconocí como Grecia Pardo, mejor conocida en la comunidad artística de la ciudad como Medusa una socialité, artista conceptual, activista femenina a la que había tratado de forma muy breve en una exposición de su arte en La Reina.
–Gusto en verte Próspero.
–Un gusto conocerte mejor, Grecia.
–Por favor llámame Ligeia– dijo con una sonrisa, era una mujer cautivadora con unos ojos verdes muy seductores.
La fiesta resultaba una experiencia extravagante pero muy interesante, entre susurros, Vicente me dijo que es posible que esta noche tuviera sexo con Ligeia, me daba pena engañar a Susana, pero no quería desaprovechar esta oportunidad. Vicente me presentó a un hombre disfrazado de Edgar Allan Poe, lo saludé de mano, pero el hombre no dijo nada, mi amigo me dijo que él era el líder y creador de todo esto.
–Es un honor que me haya invitado.
El hombre no dijo nada, pero me tocó el hombro en señal de que era bienvenido, la música era de piano, un hombre con máscara de cuervo tocaba una pieza de Chopin. Vicente me dijo que en breve sería mi iniciación. Estaba fascinado con todo ese ambiente tan excéntrico, Ligeia me guiñó el ojo, mientras platicaba con otra mujer vestida como Leonor y un hombre con máscara de gato negro. Me serví unos canapés acompañados de un vino tinto, me topé con un hombre con una máscara de escarabajo de oro que no me dijo nada.
–No le haga, caso aquí todos jugamos nuestro papel– me dijo un hombre, vestía impecablemente de negro, con una máscara que representaba una cara derretida a la que solo le quedaba piel y hueso.
–El señor Valdemar.
–Es usted un hombre culto– me dijo brindando con mi copa de vino.
El hombre se quitó la máscara para beber el vino, me causo repulsión, era la sonrisa que tenía, el brillo en sus ojos que me era repelente, las facciones de ese hombre eran la de uno de los trastornados personajes de Poe, un hombre sonriente con una expresión en el rostro que les resultaba incómoda a otras personas, disfrutaba de esa incomodidad que causaba, me hizo un gesto como si estuviera coqueteando conmigo y me causó más repulsión que antes.
–Voy con mi amigo, mucho gusto.
–El gusto es mío bebé– el que me llamara “bebé”, me causó asco, no lo volteé a ver, sino que buscaba a Vicente entre la multitud. Vi hombres con cabezas de cuervos y gatos negros, vi mujeres vestidas con trajes negros y vi un hombre rubio alto vestido de blanco, en un trono en medio de la sala, estaba Edgar Allan Poe, como el soberano de un mundo que me estaba resultando una pesadilla. El hombre con máscara de gorila le dijo algo al oído, mientras buscaba a mi amigo.
Vi al hombre de la multitud, entrando a un cuarto oscuro, le llamé, pero ya se había ido, Poe y el gorila entraron a la habitación.
–Ven, el espectáculo va a comenzar– me dijo Ligeia, tomando mi mano, todos los participantes, todos los personajes de la obra de Poe se concentraron en ese cuarto, algo en mi interior me dijo que esto no estaba bien, que debía de huir, pero contrario a lo que sentía, entré a la habitación.
–¿Dónde está Vicente?– Le pregunté, todos los personajes hicieron espacio hacia un centro iluminado, en un trono más grande que el de la sala se encontraba Edgar Allan Poe y a sus pies se encontraba una joven desnuda.
Al acercarme vi con horror que se trataba de la joven desaparecida, su piel estaba pálida y sus ojos abiertos carecían de vida. Me sentí con una mezcla de asco y de horror, respiré agitadamente y retrocedí, pero los cuervos y los gatos negros estaban detrás de mí para detenerme.
–¿Qué sucede?
Mi voz se estaba quebrando, la joven ahí tirada, ayudé a repartir su foto, ahora sabía cuál fue su terrible destino, respiraba agitadamente, temblaba, quería correr lo más lejos que podía de ese lugar. El hombre de la multitud apareció, me apunto con una pistola en la cabeza, lo llamé por su nombre y entonces se quitó la máscara mostrando una sonrisa que expresaba una profunda maldad que nunca vi antes.
–Esta es tu iniciación, tiene que cogértela.
Tenía ganas de vomitar, aquella reunión fue una trampa para ser la comedia de todos, esos enfermos, quería irme, hice un gesto negativo con la cabeza ya que era incapaz de poder armar una oración. El gorila y Hop Frog me detuvieron, el primero me dio un golpe en el estómago que hizo que cayera de rodillas.
–¡No me hagan hacerlo por favor! ¡No le diré nada a nadie por favor!– Exclamé, el gorila y Júpiter me obligaron a ponerme de pie y me empujaron al centro del círculo dónde pude ver a la joven muerte de frente.
–Solo tienes dos opciones bebé, te desnudas tú o te desnudamos entre todos y esta última es la más deliciosa– dijo el Señor Valdemar a un lado de dónde estaba. Vicente tenía la pistola apuntando a mi cabeza, era coger con un cadáver o morir y sabía que antes de matarme, ellos me torturarían.
Comencé a desvestirme, derramando lágrimas por la horrible situación de pesadilla en la que estaba, me fui quitando el traje ante el silencio de todos los presentes.
–Ahora cógetela, diviértenos un poco, Próspero– dijo Vicente, al cual mire con miedo y odio, maldigo la hora en la que le conocí.
Mi pene no se para, no hay ninguna excitación, pero Vicente me empuja con el cañón del arma sobre mi cabeza, quedó tirado de frente al cadáver, su piel está helada, una sensación repulsiva recorre mi piel. Veo a los participantes gritar excitados, Ligeia me grita que ya lo haga y después ríe, me dan ganas de golpearla, miró a Poe sentado, esperando a que lo haga. Agarro mi pene y lo introduzco forzosamente a la vagina, es helada por dentro, gritan vitoreo y rompen en risas mientras penetró el cadáver.
Continúo penetrándola, rompo a llorar mientras la sigo penetrando, beso sus labios por órdenes de Ligeia, que se divierte con mi sufrimiento. La ausencia de vida recorre mi cuerpo y pienso en todo el horror que está a mi alrededor. Terminó a un lado del cuerpo y vomito a un lado de cadáver, hay risas a mí alrededor, quedo acostado temblando mientras los personajes de Poe me observan, todos ellos fueron traídos al mundo real pero encarnados en formas más viles y retorcidas. Me quedó temblando, bañado en mi propio vómito y los cuervos se acercan a mí para llevarme al Infierno que me tienen preparado.
SOBRE EL AUTOR:
Fernando Trujillo Peña (México). Narrador, ensayista crítico político y literario. Entre sus obras se encuentran la novela policiaca “Las gemelas que nunca regresaron” y la antología de historias de terror “Vienen los monstruos”, ambas publicadas en Amazon. Ha colaborado para Editorial Eas de España dentro de la colección “Pensamientos & Perspectivas”, trabajo en la recopilación de poemas y textos para “Los barcos de la nostalgia: La última epopeya blanca”, obra póstuma del poeta argentino Juan Pablo Vitali en 2022 para la editorial antes citada, fue ponente en la Primera Conferencia Iberoamericana y Caribeña sobre Multipolaridad con la ponencia “México ante la gentrificación” en el año 2023 y fue mención honorifica en el “Primer Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila”, apareciendo en la antología “Andan sueltos como locos”. Ha colaborado como corrector de textos dentro del libro “Monsters, Creatures and Ghouls” del artista regiomontano Humberto Garza.