Autor: Ricardo Kaiser
Continuación…
VI
Siempre he tenido pesadillas. O al menos sueños extraños. Algunos en verdad raros y retorcidos. Situaciones que dentro del mismo sueño parecen tan normales y parecen tener mucho sentido, aunque, en realidad al despertar y tomar conciencia me doy cuenta de cuán raros y enfermizos son. Pero hoy puedo tomar conciencia de que mis pesadillas aumentaron o al menos tomaron un tinte diferente– siniestro, podría decirse– con la llegada de Archer.
Estoy volando.
Voy a bordo de un helicóptero. Eso lo sé pues escucho el sonido de las hélices. La puerta está abierta y el aire golpea mi rostro. Me asomó hacia abajo. Vamos a poca altitud. Estamos cruzando sobre un gran bosque. Puedo ver los pinos y los árboles con gran detalle. Veo el suelo de tierra y grandes piedras. Veo algunos caminos de terracería. Es una montaña la que estamos sobrevolando. Voy con otras personas, pero soy incapaz de decir quiénes son. Solo sé que están ahí. No volteo a verlos. Oigo voces. Sé que algo malo está pasando. “No podemos bajar” alguien dice. “Si bajamos no tardaremos en morir”. Sé lo que está sucediendo: hay un virus. Una mortal enfermedad está arrasando el mundo, y nosotros estamos escapando o tratamos al menos de ponernos a salvo. Sigo mirando hacia abajo y entonces los veo: Venados. Son muchos. Es una manada inmensa. Corren entre los pinos y los árboles. Parece que huyen de algo. Veo sus cuerpos grises y sus cornamentas desde lo alto. Todos van en la misma dirección. Van colina abajo. Entonces veo hacia dónde se dirigen. El helicóptero avanza despacio y entonces diviso una ciudad. Veo casas, calles pavimentadas y también veo edificios. Algunos son de color blanco y otros están cubiertos de cristal y de espejos. No sé qué ciudad sea, pero es grande. La ciudad parece estar vacía. No veo un solo coche ni una sola persona en sus calles. Parece estar sumida en la más absoluta quietud, la cual se ve interrumpida por la horda de venados que bajan de la montaña e invaden las calles y avenidas. Alcanzo a ver a otros animales. También veo algunas cabras y carneros. Pero la gran mayoría son venados. El helicóptero baja y puedo verlos más de cerca. Corren por las calles. Casi puedo oír el sonido de sus pisadas sobre el concreto.
Escuchó algo. Papá debió golpear a mamá otra vez. Reconozco al instante el sonido de su mano estallando contra su mejilla. Ella ya no grita. Tan solo siente el dolor y guarda silencio. Ya es habitual. Tanto para ella como para mí. Quizás pueda ir hasta el viejo cuartucho en donde mi padre guarda sus herramientas. Quizás pueda abrir la puerta y buscar su martillo. Sé que en alguna parte guarda uno. Es grande y de acero. Con el mango amarillo ya algo corroído. Quizás lo tomé y sigilosamente le llegue a mi padre por la espalda. Entonces empuñaré el martillo y lo golpearé en la cabeza. Lo he pensado muchas veces. Quiero oír ese sonido sordo al impactar. Quizás grite de dolor. Quiero verlo irse contra el suelo. Quiero verlo caer. Quiero oír a mi madre gritar de terror mientras golpeo a mi padre. Quizás cuando éste ya esté en el suelo le siga dando más golpes. Quizás le dé en la espalda; quizás le destroce las vértebras para que no vuelva a moverse nunca. O quizás siga dándole más golpes en la cabeza. Otro, otro y otro más. Quizás le destroce la cabeza y la vea romperse como una calabaza. Quizás acabe matándolo. Sí, siempre había querido matar a mi padre.
VII
Han pasado tres semanas desde la llegada de Archer. Creo que todos nos hemos adaptado bien, incluso él. No es en absoluto problemático. Salvo las cuestiones de limpieza: meadas y cacas dejadas por un lado y por otro. Y los vómitos. No sucedía seguido, pero en ciertas ocasiones Archer parecía sufrir un cierto tipo de mal estomacal. De pronto comenzaba a temblar y a gemir para luego tener fuertes espasmos estomacales. Su vientre se contraía violentamente y luego expulsaba un apestoso líquido color verde olivo. Era una masa gelatinosa y espesa y de un olor el cual prefiero no intentar describir. Por supuesto el encargado de limpiar esos horrores era yo, haciendo uso de trapos que luego echaba en bolsas de plástico para luego hacer uso de limpiadores y desinfectantes. Usaba cloro y limpiador de limón o de un aroma que decía ser brisa marina para medio disfrazar el olor. Aun así, este se quedaba por horas.
En cuanto a su alimentación tampoco era gran problema. Se alimentaba casi exclusivamente de salchichas, las cuales parecía adorar pues las devoraba cual manjar. Las compraba en el súper, de una marca muy barata y de mala calidad, de lo cual él por supuesto no se fijaba. Habíamos intentado con croquetas, pero, aunque las probó no tardó en ignorarlas. Supongo que no estaba muy acostumbrado a ese tipo de alimentación. Si bien Archer y yo parecíamos haber forjado una buena relación, pronto me di cuenta de que por algún motivo el perro comenzó a preferir la compañía de mi primo. Sí, le gustaba mi presencia; me seguía. Celebraba al verme aparecer y lo demostraba parándose sobre sus patas traseras y tratando de arañarme suavemente. O cuando me veía sentado frente a la laptop gustaba de recargar su hocico sobre mi pierna o subir una de sus patas. Pero pronto, paulatinamente me di cuenta de que una vez que Mat entraba en su campo de visión yo parecía desaparecer. Mi primo pasaba la mayor parte del tiempo dentro de su habitación o en el garaje, en donde trabajaba con sus fertilizantes y hasta allá lo seguía Archer. Comenzó a pasar la mayor parte del tiempo con él, echado a su lado.
Mi primo no pareció incomodarse, sino que vio con agrado la amistad y la compañía que el sabueso le ofrecía. Yo lo tomé bien. No lo sentía como una traición, pese a que los cuidados y atenciones del perro caían en mí. A final de cuentas era un animal. Debió ser cierta mañana cuando al levantarme ya algo tarde (mediodía) me dirigí casi por inercia hacia el refrigerador a buscar las salchichas para Archer. Aquello era ya un hábito adquirido. Lo encontré echado sobre su vieja toalla. Le serví las salchichas en su tazón rojo que ahora lucía marcas de sus dientes. Su tazón de agua aún tenía suficiente así que no fue necesario rellenarlo. Acaricié su lomo como solía hacer cada mañana que me encontraba con él. Fue ahí donde lo noté. Tardé en darme cuenta. O más bien si lo hice, pero no pude o no quise detenerme en ese detalle extraño. Fue cuando lo vi ahí agachado devorando sus salchichas. Incluso yo también me agaché para verlo más de cerca y convencerme de que lo que veía era cierto.
¿No estaba su hocico más grande de lo normal? Lo observé detenidamente.
Sí. Su boca había crecido. Se había alargado. Había crecido el doble de su tamaño. ¿O no? No, no podía ser. No sabía mucho sobre perros, cierto, pero jamás había visto a ninguno que de la noche a la mañana su hocico se le alargue así. Archer siguió devorando su comida hasta que en el tazón solo quedó un diminuto lago de baba transparente con restos de salchicha. Parecía babear más de lo normal o quizás era otro detalle que no había notado antes. Se echó de nuevo sobre su toalla dejando su cuerpo de costado. Maldita sea. Su hocico en verdad había crecido. Pasaron varias horas hasta que Mat salió de su cuarto. Era fin de semana y por esos días Nad no había puesto un pie en casa por alguna razón. Los días así mi primo solía encerrarse a devorar comida chatarra, atiborrarse los pulmones de cannabis y beber cerveza como un imbécil. Su estado físico y mental no eran los mejores cuando lo llevé a rastras a ver a Archer.
–Mmmmm, sí– Dijo tras agacharse a ver al animal– Creo que sí ¿Le hiciste algo?
–¿Qué diablos podría hacerle? ¿Usé magia para que el hocico le creciera como un cocodrilo?
Mi primo traía tal resaca que no era capaz de tomar la situación con seriedad. Algo le pasaba al maldito perro. ¿Alguna enfermedad?
–Tranquilo viejo, quizás no sea nada. A lo mejor se lastimó y el hocico se le hinchó.
¿Podría ser?
Sugerí llevarlo a un veterinario, pero Mat rechazó la idea. Eso sale caro. Dijo. Y la verdad sí. — Dejemos que pasen unos días. Quizás es alguna mierda que le da a los perros. Ya relájate. Tampoco es el fin del mundo viejo.
Lo dejamos ahí. Yo me lancé a mi teléfono a teclear acerca de problemas o enfermedades de los perros. Me vi preguntando si existía algún tipo de enfermedad que ocasiona que el hocico les creciera. Busqué en páginas, incluso escribí en un foro de amantes de los perros y no tardé en recibir respuestas como “¿Acaso eres imbécil?“ o, “ya no te drogues amigo”. Los comentarios más amables decían que quizás tenía un perro mutante o algún extraterrestre que había tomado la forma de un perro y ahora se preparaba para invadir el planeta. Terminé borrando el post y me eché a dormir. Por supuesto no encontré ninguna información.
VIII
Estoy en un sitio. Es difícil saber en dónde. Solo sé que estoy bajo el agua. Estoy viendo una escena acuática. Es como estar ahí, pero a la vez no. Solo la contemplo. Soy un mero espectador. Todo lo que veo es oscuridad, en medio de una cierta luminosidad azul. Veo las formas del agua. Las ondas. Por alguna razón siento un frío muy intenso. Entonces algo se acerca. Viene de arriba. Más bien sale del lado superior izquierdo. Es una forma; un cuerpo alargado y oscuro que se mueve con rapidez en el agua. Distingo unos ojos amarillos que brillan y unas pequeñas aletas que se distribuyen en grupos de tres a lo largo de su cuerpo. Es como una anguila. Pero no es una anguila y lo sé de inmediato. El animal avanza y por un momento tuerce su cuerpo formando una espiral. Es en verdad grande y largo. Su color es oscuro. Quizás un azul brillante y distingo un diseño escamoso. Creo que me ha visto. Sabe que estoy ahí. Gira su cabeza hacia a mí. Hacia dónde estoy. Entonces abre su boca. Es grande. Veo sus colmillos. Largos. Tiene tres filas de colmillos todas alineadas en forma triangular, cada una más grande que la otra. Despierto aterrado. Mis peores pesadillas siempre tienen que ver con animales. Animales horribles. Al despertar recuerdo otra pesadilla de mi niñez. Era de noche o al menos estaba en un lugar muy oscuro. Y yo tenía frente a mí a un pulpo. Era un pulpo gigante. Recuerdo su cuerpo de una coloración entre azul oscuro y morado. Resulta raro como siempre he considerado tener una mala memoria, pero como ciertos detalles soy capaz de grabármelos de forma casi fotográfica. Tengo la imagen de ese pulpo grabada en mi memoria. Sus ojos eran grandes y redondos. Y eran amarillos. Parecían chispear con destellos iridiscentes. Y tenía boca. Sí. Pero no como el resto de los pulpos. Su boca estaba bajo sus ojos, como un rostro humano. Su boca se abría formando una media luna de cabeza. Y tenía dientes. Eran colmillos. pequeñas puntas afiladas. Aún no sé si aquello fue un sueño o una fantasía muy vivida. Fuera como fuese, la visión de ese monstruo me provocó una sensación de terror que muy pocas veces en mi vida he experimentado. Una sensación que consistía en un movimiento estomacal. Era como un anillo creciendo dentro de mi hasta agrandarse de tal forma que me provocaba un fuerte espasmo. O eran como burbujas quizás. Una tras otra. Yo me sentía paralizado. Incapaz de moverme mientras veía sus tentáculos serpentear de un lado a otro.
Día siguiente.
Me levanté y salí en busca de Archer para ver cómo seguía “su problema” No lo encontré y supuse qué había pasado la noche dentro de la habitación de Mat. Tomé mi cartera y salí de la casa dispuesto a caminar la larga distancia que se requería para llegar al supermercado. Vaya que la casa de mi primo estaba en verdad alejada. Yo no tenía coche así que llegar hasta el súper y regresar me tomaba un buen de tiempo. Compré lo más necesario: papel higiénico, macarrones con queso instantáneo. Pasta dental, aunque la higiene bucal de mi primo dejase mucho que desear y la mía otro poco más. Cogí las salchichas de Archer, que, por supuesto no podían faltar. Algunas sodas y un six pack de cervezas baratas. Llevé también mis viboritas de grenetina que eran una maldita adicción, además de cereal de chocolate y algo de leche. Había dejado en cierta manera de pensar en lo que le había visto ayer a Archer quizás yo había exagerado quizás no había visto bien. Quizás me había drogado y ni siquiera lo recordaba. Cuando me iba aproximando a la casa vi a mi primo en la puerta.
–¿En dónde diablos has estado imbécil? ¡Te he estado llamando!
Había dejado mi teléfono en casa. No creía importante llevarlo si sólo iba al súper.
Entré a la casa siguiendo a mi primo que se había echado a correr. Lo seguí hasta su habitación y al entrar, justo al lado de su cama, vi a Archer, echado de costado. Su hocico había crecido aún más. Ahora sí no era solo imaginación mía o algún error de visión. Su hocico ahora había crecido al triple, sino es que más. Pero ya no era el hocico de un perro. Era como si toda la carne desde su nariz hasta el área cercana a sus ojos hubiese desaparecido. Ahora lo que quedaba era una especie de estructura ósea, de un color gris. Me recordó por un instante a los cráneos de los caballos, pero viéndolo bien aquello parecía más bien la boca de algún tipo de pez. El hocico, ahora más largo, se había afilado y terminaba en una ligera curva que se proyecta ligeramente hacia abajo. Di un salto hacia atrás y también un grito salió de mi boca.
–Estaba así cuando desperté– Dijo mi primo consciente de que iba preguntarle qué diablos pasaba.
Archer seguía ahí echado. Respiraba. Pero con dificultad. Parecía estar en verdad mal y por lo visto no podía moverse. Luego vi sus dientes, que ahora eran muy visibles. Pero ya tampoco eran los dientes de un perro, sino que eran unas sinuosas filas de colmillos muy pequeños y pegados el uno del otro. Como ya lo he dicho parecía más la boca de algún tipo de pez que el hocico de un perro. Corro a por mi teléfono y en un instante estoy grabando. Es un vídeo corto. Un paneo a ese cuerpo perruno de pelaje casi anaranjado con ese totalmente antinatural hocico. Por un momento preguntó a Mat si me está jugando algún tipo de broma. Quizás el feo hocico casi pisciforme sea una suerte de prótesis pedida en internet y el maldito no tardará en desgañitarse de risa. Pero al aproximar la cámara el animal levanta ligeramente la cabeza y abre el hocico, suficiente para ver cómo la baba brota de entre sus dientes en forma de una espuma blancuzca. Un olor asqueroso me llegó a la nariz.
–¿Y, qué hacemos?—Pregunta Mat.
Qué buena pregunta. ¿Qué hacer? ¿Llamar a alguien? ¿A la policía? ¿Al veterinario?
–Viejo si alguien ve esto será una locura.
Y tenía razón.
–Lo mejor es que nadie lo vea.
–¿Y quedarnos con esta monstruosidad y hacer cómo que nada sucede?
–Mira viejo, si decimos algo o subimos algo a las redes esto va a estallar y la verdad no me apetece. Me gusta mi vida tranquila y sin mierda de por medio. Además, míralo, esta cosa quizás no dure mucho. Sea lo que sea que le esté pasando quizás no tardé en matarlo y quizás al final solamente tengamos que enterrarlo aquí afuera o en algún lugar lejano y luego simplemente tengamos que olvidar el asunto y hacer cómo que nada pasó ¿Vale? Así que por favor ese vídeo no lo publiques ni lo muestres a nadie.
Y así lo hice. O más bien. Terminé reconociendo que tenía cierta razón. Además ¿Cómo íbamos a explicarlo? ¿O más bien que maldita explicación tenía? Después de un rato resolvimos poner a Archer en un lugar más seguro por así decirlo. Con sumo cuidado lo llevamos hacia el garaje arrastrando la toalla. Ninguno de los dos quería tocarlo, por supuesto. El perro no se inmutó ni opuso resistencia. Siguió fijo sobre la toalla; sin parecer que el repentino movimiento lo asustase en lo más mínimo. Se veía en verdad mal. También decidimos que lo mejor era amarrarlo. No sabíamos a qué nos enfrentábamos. ¿Y si era peligroso? La tarea de ponerle la cadena recayó en mí. Aunque no fue tarea difícil. Lo escuché soltar un ligero gemido. El otro extremo de la cadena lo sujetamos a una tubería que estaba al fondo del garaje.
IX
Al día siguiente, lo primero que ambos hicimos fue dirigirnos hacia el garaje. Casi chocamos y fue una sorpresa que ambos hayamos casi madrugado para ir a ver al animal. Saltaba a la vista que ninguno había podido dormir bien. Yo sí, un poco, aunque los escasos ratos en los que pude conciliar el sueño me asaltaban las pesadillas. Una peor que la otra.
Archer seguía allí, y seguía vivo.
Ahora se había incorporado, pero seguía recostado sobre su barriga y por lo visto, su transformación avanzaba. La estructura ósea, como yo la llamé, había crecido más, y la curva del final ahora lucía más pronunciada. Daba la impresión de ser el pico de un tucán, pero sin los colores vivos. Seguía siendo de un gris que casi lo hacía parecer de concreto. También se había entendido más hacia el rostro; ahora se podría decir que rodeaba los ojos y pude notar como sus orejas, antes largas y caídas se habían comenzado a encoger. Pero más me sorprendió ver qué sus patas delanteras también se habían alargado y ahora se veían del doble de su tamaño. Sentí miedo. Mat por el contrario se veía más tranquilo. Extrañamente tranquilo, diría yo.
–Viejo, está empeorando.
–¿Sigues pensando en que debemos mantenerlo en secreto?
–Sí, yo creo que deberíamos ver cómo termina esto ¿No crees?
–¿Qué cómo termina? ¿Y si ésta endemoniada cosa nos mata?
–Pues hasta el momento no ha hecho nada ¿O sí? A final de cuentas es un perro viejo tomando una forma extraña.
Aquella sosa explicación de mi primo me dejó más preocupado que tranquilo. Me retiré de ahí.
La otra cuestión era si seguirlo alimentando o no. Bien si se estaba convirtiendo en un monstruo eso no significaba que dejase de ser un ser vivo. Continúe dejándole sus salchichas, está vez a una distancia prudente para acercarme lo menos. No me quitaré jamás su mirada al verme acercarme: sus ojos otrora oscuros ahora habían crecido también. La estructura ósea de su hocico avanzaba y ahora cubría sus ojos como una suerte de antifaz. Estos se veían (según la percepción mía) cada vez más “humanos” con un amplio iris blanco y una pupila muy oscura, igual a la que siempre había tenido, pero ahora con un brillo extraño que no sé describir.
De niño cuando me escapaba los sábados a casa de Andy Wilson a ver TV, solía veía un programa que me gustaba bastante. Digo que me escapaba pues yo no tenía permiso de salir y mucho menos de ir con los vecinos. Los padres de Andy eran abiertamente ateos y no creían en religión alguna. Mi padre por supuesto los aborrecía y decía que se quemarían en el infierno. Si él hubiese sabido que me escapaba a casa de los Wilson a ver TV sin duda me habría dado una paliza mortal.
Andy era un gran chico, creo fue lo más cercano a un amigo que tuve durante la infancia. Yo no era popular en la escuela y para mis dos hermanos era casi invisible. Ahora que lo pienso bien no es que Andy y yo fuésemos los grandes amigos. Éramos demasiado chicos para discernir lo que significaba la palabra amistad. Aunque sin saberlo, lo que él me ofrecía era una especie de refugio temporal. Sus padres, y en especial su madre, eran muy amables conmigo. Eran gente muy tranquila, que no iban a iglesias ni se complicaba la vida, simplemente querían vivir en paz. Trataban muy bien a su hijo y las escasas veces que me veían entrar a su casa me recibían con total amabilidad. Creo que sabían lo que sucedía en esa casa de al lado– mi casa—y, de alguna forma querían ayudarme o simplemente hacerme sentir bien por un rato. Cuando Andy y yo nos instalábamos en su habitación listos para encender el televisor, su madre llegaba con un tazón de palomitas, un plato lleno de salchichas cubiertas con catsup y dos vasos de refrescos. El buen Moe se echaba a nuestro lado y mientras veíamos la pantalla yo solía acariciarlo mientras le daba trozos de salchicha en el hocico. Los sábados eran los días de mis escapes. Mis hermanos tenían actividades escolares mientras mi madre se encerraba en su habitación a hacer quién sabe qué y no salía hasta ya entrada la tarde. Mi padre por su parte salía a ciertas reuniones. Alguna vez escuché a mis hermanos hablar y decían que mi padre se reunía con gente del Ku Klux Klan. En aquel entonces yo no sabía quiénes eran o qué hacían. Yo nunca supe si realmente papá pertenecía a ellos, aunque no dudo que lo haya hecho.
Cuando iba a casa de Andy debo reconocer que sentía celos de él. Lo veía muy sano, muy feliz. Tenía un hogar, un hogar de verdad.
Alguna vez imaginé que yo mataba a Andy. Imaginé que le ponía veneno en el refresco o que lo hacía caerse de su bicicleta para que se diera un fuerte golpe en la cabeza y muriera instantáneamente. Entonces yo, le diría a sus padres que ahora yo podría ser su hijo y entonces ellos me adoptarían y podría quedarme en su casa al lado de ellos y de Moe y yo sería muy feliz para siempre. Pero la verdad es que esas ideas solo eran eso, ideas. Solo era imaginación mía, fantasías estúpidas. Aun a pesar de mi corta edad yo sabía que algo así era imposible y solo en eso se quedaba, en pensamientos estúpidos de un niño estúpido.
El programa del que me refería antes era uno que pasaba los sábados muy temprano. Recuerdo que salía en el canal 2. Canal que desapareció hace muchos años. Recuerdo que primero aparecía un círculo de color morado, o un rosa muy curioso. Luego sobre éste se posaba un rombo de color verde limón y finalmente un enorme número dos de color azul, con una musiquita infantil de piano de fondo. El programa en cuestión se llamaba Mr. Scam and the Magic Closet y trataba sobre la marioneta de un perro llamado Mr Scam. Tengo muy grabado en la cabeza a ese personaje. La marioneta era de un café seco y sucio, hecha de fieltro. El cuerpo era de forma tubular con unos brazos de alambre que estaban fijos y no tenían movimiento alguno. La cabeza era extremadamente grande y tenía una rara forma como de martillo, con un hocico muy alargado. La boca se abría hacia abajo y recuerdo que el movimiento de la boca lo hacían con un cable que jalaban desde abajo. Los ojos del perro no eran más que dos puntos casi diminutos, uno más arriba que el otro. Era una marioneta en verdad fea y parecía más bien el trabajo realizado por un preescolar. Pese a su feo aspecto, Mr. Scam tenía una voz amigable y era simpático. La temática del show era muy simple. Mr. Scam daba la bienvenida al show y saludaba a su audiencia infantil. “Supongo que hoy están todos en casa ¿Verdad? Entonces les agradará si contamos algunas historias”. Acto seguido: la marioneta se movía a través de un set hecho de cartón con detalles dibujados claramente a mano. Recuerdo un teléfono, una ventana y una maceta bastante mal dibujados, aunque para un niño prestar atención a eso es complicado. Luego llegaba a una puerta, también de cartón, la cual se abría. Recuerdo que por dentro había un fondo azul, y era entonces cuando aparecía un segundo personaje: se trataba de algún tipo de monstruo. Una bola de felpa de color rosa oscuro y cubierto de manchas color amarillo. Tenía varios ojos los cuales se movían. Tenía una voz muy gutural, aunque no tenía una boca visible. Balbuceaba y gruñía al hablar… La primera vez que lo vi me dio algo de miedo. Lo admito.
–¿Qué es lo que quieres Scam?
–¿Qué tienes para nosotros hoy, señor Grump?
Y entonces el monstruo desaparecía retrayendo su enorme y peludo cuerpo. Se escuchaban algunos ruidos y no tardaba más que unos segundos en volver a aparecer. Entonces de la nada surgía una mano, o más bien una garra parecida a la pata de un ave, hecha de fieltro también, de un color rosa claro y las garras de un verde limón. Al sacar la mano ésta sostenía un objeto. A veces yo me imaginaba entrando en ese clóset y adentrándome en ese espacio de color azul dispuesto a conocer sus secretos. Imaginaba un mundo de puertas y pasadizos ahí oculto. Quería entrar ahí y explorar. El objeto que el monstruo sacaba siempre era diferente: a veces podía ser un frasco de vidrio con tapa metálica, un bote de leche, una caja de crayolas, una pelota de ping – pong, un oso de peluche, un soldadito de plástico color verde oscuro. En base a ese objeto que el monstruo sacaba del clóset el señor Scam comenzaba a relatar una historia. Luego aparecía una animación bastante pobre; todo era un fondo blanco con dibujos en negro, con personajes que parecían hechos a base de trazos furiosos y casi sin sentido. La historia giraba sobre el objeto en cuestión y casi siempre (que yo recuerde) tenía un final feliz. Al terminar la historia Mr. Scam agradecía a la audiencia y nos invitaba a ver el siguiente episodio. Andy solía decir que aquel show era aburrido y estúpido, pero a mí me gustaba. Años después me puse a buscar información de ese show, y lo que he encontrado es bastante escaso. Casi nada, como si su existencia o su recuerdo hubiesen querido ser borrados a propósito. Lo único que encontré fue una fotografía a blanco y negro de la marioneta de Mr. Scam y una ficha en el IMDB, en donde se establece que el show data de 1987 (el año en el que nací) No aparecen acreditados ningún actor ni nadie de la producción. El único que aparece como director y creador del show es un tal Sam P. Mills. Es raro que de pronto recuerde tanto ese show, supongo que Archer y el recuerdo de Moe ayudaron a traerlo a mi mente.
X
Nad llegó a la casa un par de días después.
Yo me había quedado profundamente dormido en el sofá ya que por algún motivo no podía conciliar el sueño en mi habitación y me pasé las horas nocturnas con los ojos puestos en la pantalla de la laptop hasta que el sueño me venció.
El ruido de la puerta me despertó y la vi entrar llevando unas bolsas de compras. Traía puesto un conjunto deportivo color rojo y un delgado top negro. Podía escuchar el ruido siseante de la tela de sus pants. De reojo la vi con el cabello recogido en una coleta y con lentes oscuros. Dejó las bolsas sobre la mesa y sin prestar atención en mí se dirigió al cuarto de Mat. Lo abrió y no tardó en volver a cerrarla. ¿Y Mat? Me preguntó. Creo que está en el garaje. Le dije con la poca voz que me salió. Nad caminó hacía allá, hacia al fondo de la vetusta propiedad y en eso me asaltó un estremecimiento ¡El maldito perro! Nad lo vería. Las últimas noches Mat las había pasado en el garaje, en compañía de Archer. Y no solo las noches, se pasaba el día entero ahí metido. Cuando le pregunté qué hacía se limitó a responder que vigilaba al animal. Le dije que podía ser algo peligroso, pero respondió que hasta el momento todo iba bien. Qué si bien Archer se estaba convirtiendo en “algo” seguía siendo un perro y se comportaba como tal. Le pregunté si seguía transformándose y simplemente hizo un raro ademán con la cabeza y volvió a encerrarse. Mi primo estaba extraño. Cierto que él ya de por sí era alguien bastante raro pero su comportamiento se enrareció aún más, desde que comenzó la transformación de Archer. Parecía ido, lejano. No miraba de frente cuando le hablaba, sino que más ponía la cara de lado, mirando hacia otro lado, con la gorra muy abajo, tanto que no veía sus ojos. Caminaba con lentitud las escasas veces que lo veía ir hacia el refrigerador. Tomaba un bocadillo y un par de latas de cerveza y volvía a encerrarse en el garaje. La última vez que hablé con él antes de la llegada de Nad dijo que tenía mucho trabajo; muchos pedidos y que Archer dormía todo el tiempo. Quise ir a ver cómo iba el perro, pero algo me detenía. Quizás el cierto temor de ver el avance de lo que fuese que le estuviese pasando.
No creo que hubiese pasado demasiado tiempo. Me estaba incorporando del sofá cuando escuché los pasos de alguien que corría. Luego vi a Nad echando carrera. Se detuvo frente a la puerta del baño, la abrió y en instantes la escuché descargar el vómito de forma ruidosa y violenta. Mat la siguió, dando pasos lentos y pesados. Me dio la impresión de que mi primo estaba más delgado. De por sí él ya era flaco, pero ahora parecía como esa playera de tirantes blanca y descolorida y esos pants grises colgarán de un perchero más que de un humano.
–¿Qué es esa cosa?
La escuché gritar con una boca reverberante de bilis. Mat entró con ella al baño y se pusieron a hablar. No escuché mucho. Solo una breve explicación de que “eso” había comenzado de pronto. No escuché bien el resto de la conversación ya que Mat había entornado la puerta y yo decidí aprovechar para dirigirme al garaje. Al entrar la única luz estaba encendida. Vi varios sacos de color blanco, botes de color blanco y amarillo y botellas de plástico en donde se traslucían líquidos de color rojo y verde. Eran sin duda los materiales que mi primo utilizaba para fabricar los fertilizantes. También pude ver una vieja mesita de metal en donde descansaba la laptop de mi primo, la cual seguía encendida. Vi también una lata de cerveza y también sobre un plato de plástico un trozo de pizza ya lista para echarse a perder. Había una silla de plástico color blanco y justo al lado de todo eso pude ver una colchoneta con una única manta delgada de color azul y una almohada. Eso demostraba que Mat estaba pasando las noches ahí, que en verdad dormía ahí. Seguí inspeccionando con la vista y justo al fondo, justo frente a la puerta mecánica que daba hacia el jardín, la cual estaba cerrada, vi a Archer. Por supuesto que yo en mi cabeza sabía que iba a ver algo que me iba a impresionar, pero ciertamente no estaba consciente, más bien no estaba preparado para lo que vi en ese momento. Archer estaba ahí, echado sobre sus patas y con la cabeza muy erguida. Pude sentir su mirada sobre mí y fue ahí donde me di cuenta que, esa metamorfosis de la cual era víctima avanzaba a pasos agigantados. Esa estructura ósea, como yo la llamaba había cambiado. No sabría cómo describirlo con palabras: ya no parecía ser de hueso, sino que ahora había adquirido una consistencia rara, como si de pronto el hueso se hubiese convertido en piel. Era como algo parecido al hule espuma; como si de pronto hubiese adquirido más densidad.
Seguía siendo de una tonalidad grisácea pero ahora acercándome más a un color verdoso. Brillaba. Era como una piel escamosa, pero éstas, las escamas, eran diminutas. El tamaño del pico había crecido, pero ya no tanto como en los días pasados. La cabeza del animal había sido cubierta por completo por ese extraño casquete de piel gruesa. A través de unos profundos cuencos se adivinaban sus ojos. Me miraba fijamente. Su cuerpo se había adelgazado bastante y ahora se veía raquítico, se adivinaban sus huesos, y su postura ahora se veía más encorvada. Lo que sí había crecido bastante eran sus patas que se veían más largas que la última vez que lo vi. Estas se extendían por el suelo como un par de mangueras. Sus garras también habían crecido y se extendían largas y de color oscuro; más gruesas. Puse atención a sus orejas, otrora largas, ahora se habían encogido y eran cortas y puntiagudas como las de un murciélago.
¿Qué demonios estaba pasando?
Fue realmente poco el tiempo que estuve en ese lugar porque apenas tuve la visión de ese monstruo, sí, eso, un monstruo, porque eso es lo que era, ya que ya no parecía en absoluto un animal, mucho menos un perro. Tras verlo me acometieron unas fuertes arcadas. Sentí mi estómago como si rebotara y además pude percibir ese olor que desde hacía días se había apoderado de toda la casa Era un olor nauseabundo; era el mismo olor que se posaba en el ambiente los primeros días de la llegada de Archer y cuando él vomitaba aquella sustancia gelatinosa de color olivo. Era el mismo olor y ahora se percibían por todos lados, pero era aún más fuerte ahí en el garaje donde estaba él. Salí corriendo presa del asco, pero a pesar de las fuertes arcadas, al final no vomité, pero un espantoso regusto se quedó en mi garganta. Al llegar a la sala pude ver a Nadine yendo hacía la puerta. Se tapaba la boca con la mano. La vi abriendo y cerrando la puerta de golpe.
Ya nunca más volvió.
XI
Intenté hablar con mi primo. Intenté hacerlo entrar en razón. Intenté que se diera cuenta de que lo que estaba sucediendo era algo en verdad malo. Eso que estaba dentro del garaje era un monstruo; algo desconocido y quizás algo peligroso. Debíamos hacer algo. Pero me ignoró. Él estaba extrañamente tranquilo y ni siquiera la llegada de Nadine y su posterior huida parecieron importarle en absoluto.
–Tranquilo viejo, tranquilo– se limitaba a decirme.
–Tenemos que hacer algo, no seas imbécil ¡por favor!
Y lo que obtuve como respuesta fue la puerta cerrando en mis narices. Volvió a encerrarse ahí en el garaje, con Archer. Creo que fue esa noche cuando más pesadillas he tenido. O quizás han sido las pesadillas que más he recordado. La primera pesadilla fue más bien otro recuerdo infantil. Hubo un tiempo en que yo solía dormir con mi madre en su cama. Por aquél entonces mi padre se había ido de la casa por un largo tiempo, creo fueron unos meses. No recuerdo cuál fue el motivo. Yo tenía muchos problemas para dormir. Tenía constantes terrores nocturnos. Le temía a la noche y a la oscuridad. Recuerdo muy bien las figuras fantasmagóricas que bailoteaban en mi habitación. Iban de arriba a abajo y por todas partes. Figuras oscuras y brillantes que volaban de un lado a otro. Había ruidos, como de algo que caminaba bajo la cama o algo que se movía dentro del clóset. Recuerdo aquella vez que de pronto todo se puso de color rojo como si estuviese viendo todo a través de un extraño filtro. Aparecieron de pronto unos aros brillantes que crecían como ondas y que se dirigían hacia mí. Yo no podía moverme, mi cuerpo se había paralizado por completo. Me costaba respirar. Me sucedió solo una vez, pero fue de las experiencias más aterradoras que he tenido en mi vida. Yo era bastante miedoso y eso hacía enfadar mucho a mamá.
Recuerdo bien esa noche. Mi madre estaba profundamente dormida. Escuchaba su leve ronquido. Ella estaba de espaldas a mí. Yo me había retirado las cobijas pues hacía mucho calor. Entonces escuché como mi madre se había levantado de la cama y por algún motivo empezó a caminar alrededor de la habitación. Podía escuchar sus pasos. Debió de estar descalza. Caminaba de un lado a otro, como zigzagueando. Quizás buscaba algo o quizás no podía dormir y se sentía nerviosa, algo que sucedía con mucha frecuencia. Me llamaba la atención que a pesar de que estábamos totalmente a oscuras ella pudiese caminar sin problema alguno. Y entonces me di cuenta de algo: si mi madre está caminando ¿por qué yo seguía escuchando sus ronquidos? nadie puede roncar mientras camina ¿o acaso era que mi madre estaba caminando dormida? Sentí de pronto un movimiento al lado mío. El colchón vibró y luego escuché un ligero suspiro. Un movimiento corporal; piernas estirándose. Más ronquidos. Mi madre seguía al lado mío y yo seguía escuchando los pasos de alguien que caminaba en la habitación. Quería moverme, pero estaba paralizado. No me pregunten qué sucedió después pues soy incapaz de recordarlo.
Hubo un capítulo de Mr. Scam and the Magic Closet que no me gustó. En el episodio, cuando Mr. Scam abría el clóset y el señor Grump salía y le mostraba el objeto que había encontrado en el fondo de su clóset éste resultó ser un cinturón.
–Miren amigos ¿Saben lo que es esto? Si, es un cinturón. Supongo que todos saben para qué sirve ¿Cierto?
Por supuesto que yo lo sabía. Sirve para sujetar los pantalones y también para castigar. Cuando ese episodio salió unos días antes mi padre me había dado una golpiza con el cinturón. No recuerdo por qué lo hizo. Pero si recuerdo el dolor tan intenso. Recuerdo que me quedé horas tirado en el piso. Recuerdo que mi madre cerró la puerta del baño para no escuchar. Mis hermanos almorzaban en la mesa. Ninguno de ellos se atrevió a voltear. Siguieron comiendo en silencio.
Al día siguiente fui a la escuela. Era verano y mi madre me envió con una playera corta de color blanco. Las marcas rojas se traslucían a través de la tela. Algunas llegaban hasta el cuello. Eran como brochazos de pintura roja. Todos las vieron. Varios chicos se burlaron de mí. Fui el hazmerreír de la escuela durante días. Al pasar por los pasillos, al entrar en el salón, al sentarme en la cafetería, podía escuchar los murmullos; los cuchicheos. Había risas. Un chico se quitó una de las agujetas del tenis y cuando iba pasando a su lado me golpeó con ella en la espalda. ¡Toma imbécil! ¡Toma imbécil! ¡Y a la próxima te irá peor! Un coro de risotadas estalló tras de mí. Yo sólo salí corriendo. Mi maestra, una mujer regordeta de cabello oscuro y uñas largas pintadas de rojo cuyo nombre me es imposible de recordar, también vio las marcas, pero no dijo nada.
Creo que fue después de ese episodio cuando empecé a odiar a mi padre. Creo que ya lo odiaba desde antes, pero fue desde ahí que en verdad le di un sentido a ese sentimiento. Y ahí comenzaron esas fantasías. Mi yo infantil, un maldito mocoso tomando una gran tabla de madera, y, estrellándosela en la cabeza, como si en ese momento hubiese tenido la fuerza necesaria. Mi yo infantil arrancándole el cuero cabelludo para luego ver la sangre brotando de su cráneo mientras él gritaba histérico. Mi yo infantil tomando el insecticida en aerosol y apretando la válvula para poner el líquido dentro de un vaso y luego vaciarlo en su vaso de whisky. Mi yo infantil agarrando una sierra eléctrica como hacían los personajes de las caricaturas y luego entrando a su habitación dispuesto a serrucharle el rostro mientras dormía. Tuve otros sueños:
Una masa de color entre café, rosa y violeta. Se mueve. Avanza. Fluye en corriente. La veo burbujear. Algo se mueve en ella. Deben ser algún tipo de gusanos. Veo cuerpos tubulares y segmentados de color café que surgen y se sumergen de pronto. Veo unas patas insectoides, como las de un ciempiés que se abren y cierran. Veo una cabeza de insecto que abre y cierra la boca. Veo figuras difíciles de describir. Veo patas, antenas, púas. Cuerpos brillantes y exoesqueletos. Formas puntiagudas y cubiertas de pelo. Entonces llega una de mis peores pesadillas:
Estoy recostado. Es una habitación. Las paredes son amarillas. No hay techo. Veo el cielo nocturno. Veo las estrellas. El cielo es hermoso. Quiero dormir. Puedo sentir el sueño que pesa en mi cabeza. El silencio se rompe de pronto. En el cielo veo unos aviones. Son dos. Sobrevuelan. Se mueven en círculos. De pronto se estrellan, chocan. El cielo se enciende. Veo la luz, el fuego. Veo los pedazos que caen. Un estallido. Me espanto. Y entonces lo veo: Hay alguien más en la habitación. Está de pie, hacia mi lado izquierdo. Un hombre. Viste de negro. Distingo una capa y un alto sombrero de copa como el de un mago. Se acerca a mí. Alza sus manos, como si estuviera a punto de atraparme. Su cara es blanca, o más bien está pintada de blanco. Sus ojos son horribles. Sus dientes afilados como los de un vampiro. Y tiene sangre en el rostro. Chorrea. Su cara es roja también. Abre la boca. Me enseña los dientes. Mi padre golpea a mi madre otra vez. Ella se va. No mira hacia atrás. A mí también me hubiese gustado golpearla. Abofetearla y lanzarla al piso. Ella se sube al taxi. Y yo salgo gritándole que es una perra.
XII
Algo me despertó.
Abrí los ojos y vi frente a mí a Mat. Su mano derecha estaba levantada. Tardé en darme cuenta que su mano estaba sangrando. Es mucha la sangre que salía. La vi caer al suelo. Podía oír el sonido del líquido al caer al suelo. Caía a borbotones. Me levanté de golpe. Tomé a Mat y lo senté en el sillón. Observé bien la herida: su mano estaba destrozada. Había perdido todos los dedos excepto el meñique y una buena parte del índice. Los huesos amarillentos se asomaban entre la carne viva y sanguinolenta. Mat veía su herida. La observaba con detenimiento haciendo girar la mano. No decía nada, no gritaba. Sus ojos estaban muy abiertos, como los de un niño viendo algo por primera vez.
Comenzó a lamerse la mano. Chupaba su propia sangre. Escuchaba el sonido de la succión, como si fuese algún tipo de dulce o una paleta de hielo. Seguía chupando cuando me lancé a correr. Corrí por todos lados. Cogí una toalla que encontré en la cocina. Cogí un rollo de papel higiénico del baño. Cubrí la mano de Mat. El seguía chupando la sangre sin decir nada. La toalla se empapó de sangre al instante. En el sillón casualmente había una playera que había dejado ahí el día anterior, así que la tomé, la rompí y con ella envolví la muñeca de Mat e hice una suerte de torniquete para que la sangre dejara de fluir. Y entonces me dirijo hacia allá, al garaje. Era más que obvio lo que había sucedido. Y ahora voy a narrar lo que sucedió lo mejor que pueda: Al entrar en el garaje lo vi. Estaba justo frente a la puerta. La cadena era un poco larga así que es entendible que tuviese cierta libertad de movimiento, por así decirlo.
La transformación de Archer llegó a un punto insospechado.
Su cabeza, ese extraño casquete de carne que ahora lo cubría, adquirió un tono oscuro, como violáceo. Ahora su consistencia era como la piel de una serpiente. Tenía unas manchas, o unos reflejos verdosos. Lo que más saltaba a la vista son sus ojos: se han vuelto amarillos. Era un amarillo brillante, antinatural. Casi de fantasía. Su pupila negra estaba fija sobre mí. Su cuerpo se había encorvado más y sus vértebras ahora se elevaban dando la apariencia de unas púas, que crecían en sucesión, cómo la vela de un pez espada, pero sin membrana. Sus patas delanteras cambiaron de posición: ahora se habían echado hacia atrás y formaban un ángulo triangular, como las patas traseras de un saltamontes. Eran justamente sus patas traseras lo único que seguían teniendo una forma perruna, incluso aún cubiertas de su antiguo pelaje parduzco. Noté el movimiento de su cola, que también había crecido. Ya no tenía pelo y era muy gruesa. La mueve; la azota juguetonamente contra el suelo. Estaba sentado tranquilamente y me observaba fijamente. Unas brillantes gotas de sangre caían de su hocico.
Para ese punto ya no me contuve y vomité. Al incorporarme con la boca chorreando de bilis pude ver qué sacaba la lengua. Era más bien una delgada línea de color amarillo con un moteado negro lo que se deslizaba de su boca. Es larga, como la lengua de un lagarto. Sale y hace un movimiento de vaivén, arriba, abajo. No sé con qué objetivo lo hace. Quizás para verse más amenazador. Quizás para alterarme aún más.
Volví a sentir arcadas, pero logré controlarlas. Entonces saqué mi teléfono y me dispuse a grabar. Grabé durante unos segundos a aquella bestia asquerosa y luego corrí de vuelta hacia dónde estaba Mat. Él seguía allí, sentado, sin decir nada, únicamente mirando fijamente su mano, ahora un muñón color rojo a causa del paño que lo envolvía. Le hablé. No respondió. Le pregunté qué diablos sucedió. No respondió. Le solté un golpe y todo su cuerpo se estremeció. Nada. Ni una palabra. Seguía mirando su mano. Ahora lamía la tela mojada en sangre. Quizás quiso tocarlo. Quizás se acercó mucho a él… Tomé nuevamente mi teléfono y grabé a mi primo. Un rápido panel, rodeándolo Hice toma de su mano con un acercamiento.
Recordé que ahí mismo, en el garaje, Mat tenía un bidón de gasolina. Quién sabe para que lo tenía allí, pero al final resultó útil. Entré de nuevo en ese lugar. El monstruo seguía ahí, posando sus feos ojos amarillos sobre mí. Me sigue girando su cabeza. Me movía con cautela. Alcancé el bidón y acercándome con la mayor cautela posible arrojé el líquido sobre el animal. Este reaccionó dando saltos. Hizo un sonido. Ya no era el ladrido de un perro, sino un sonido más gutural, algo que sonaba más a un aaaaaaffft, aaaaaaaaffftt, aaaaaaaaffftt. Era como el sonido de un ave. Sentí más arcadas. Logré contenerme. Arrojé el bidón ya vacío y me lancé a correr hacia la cocina. Tras mucho buscar pude dar con el encendedor. Sobre una repisa encontré un viejo periódico ya amarillento. Muy útil. Volví al garaje. El animal seguía haciendo ese feo sonido. Alzaba sus patas como queriendo arañarme. Si no fuese por la cadena alrededor de su cuello me hubiese alcanzado sin duda. Fue buena idea el mantenerlo amarrado. Escuchaba el golpeteo metálico de la cadena al jalar la tubería. Yo temblaba. Veía mis manos temblorosas al lograr accionar el encendedor para después encender el trozo de periódico. Bajo el perro se había formado un charco de gasolina y fue ahí en donde arrojé el papel encendido. No puedo describir los sonidos que escuché. El animal chillaba, lo vi retorcerse. Su figura se tornó en una forma oscura en medio de las llamas que lo envolvían. Me puse a grabar nuevamente cuando el monstruo se quemaba.
Mat seguía ahí sentado. Seguía contemplando su herida en silencio. Seguía lamiendo la sangre. Marqué el 911. Me respondió una voz femenina. Cómo pude le di indicaciones de cómo llegar. Le dije que había habido un accidente. No entré en detalles. Le dije que había un herido de gravedad y que la casa no tardaría en quemarse. A jalones hice que Mat se levantara y lo llevé afuera, todo iba a arder. que salir de aquí.
Ya afuera, abrí una red social. Seleccioné todas las fotos y vídeos de Archer, de su transformación. También los videos de las heridas de Mat, así como las del monstruo muriendo quemado. Añadí un texto:
Hace tiempo encontré un perro en el campo. Y de pronto al paso de los días se convirtió en esto… lastimó a mi amigo y ahora está muy malherido. ¿Alguien sabe algo? ¿Alguien ha visto algo similar? ¿Alguien que tenga algo que decir?
FIN
SOBRE EL AUTOR:
Ricardo Kaiser. Originario de Saltillo, Coahuila, nacido en 1987. Amante de las historias desde muy pequeño, siempre se le ha dado el crearlas, su amor por los libros surgió a muy temprana edad. No tiene una formación para la escritura, pero sí una imaginación muy desbordante. Todavía no ha tenido la oportunidad de publicar un libro, esta tal vez sea su primera publicación. (Aparte de un par de relatos que publicó en una página de Facebook que hizo llamada: Frío Nocturno). Su Facebook es Ricardo Kaiser.