Un cumpleanos agridulce
Jennifer Lopez tiene pocos motivos para celebrar.
La artista arrancó festejos en los Hamptons con una fiesta y un almuerzo en un restaurante italiano el domingo que también fue complicado: estuvo rodeada de sus hijos, Max y Emme, de su hermana Lynda, de algunos amigos como su mánager, Benny Medina, y la actriz Sarah Jessica Parker… pero no estuvo con ella su todavía marido, el actor Ben Affleck.
Una buena muestra de cómo llega Lopez a los 55, en un momento complicado, tanto personal como de cara al público.
Fue a finales de ese mismo mayo cuando llegó uno de sus peores momentos profesionales en años: la cancelación de su gira. A mediados de febrero la artista lanzó This Is Me… Now (Esta soy yo… ahora), un nuevo álbum con 13 canciones que pasó con más pena que gloria por las listas de éxitos. Además, el disco venía acompañado de una especie de videoclip largo llamado This Is Me… Now: A Love Story donde se aunaban todas las canciones del disco, casi una película musical.
Tras él llegó el documental de los dos anteriores, The Greatest Love Story Never Told (La historia de amor más grande jamás contada), donde Lopez también desglosaba su romance con Affleck. Invirtió en todo ello más de 20 millones de euros, con escaso éxito entre el público y menos aún entre la crítica.
Cuando llegó la hora de la gira, había vendido un puñado de entradas, y afirmó que se iba “a tomar un tiempo para estar con sus hijos, su familia y sus amigos cercanos”. Además de perder el favor del público, de nuevo, la crisis matrimonial se dejaba entrever.
Entonces empezó a verse a los dos cada vez más, pero siempre sin su mutua compañía. Él, sobre todo, en Los Ángeles; ella en California, en la costa Este del país o viajando, como cuando en junio se marchó unos días por la costa italiana con varios amigos. Mientras tanto, los camiones de la mudanza sacaban los objetos personales de Affleck de la mansión común que habían comprado hacía apenas un año en Beverly Hills para mudarse a otra en el barrio de Brentwood, más cerca de sus hijos y de su exesposa, Jennifer Garner.
Fue precisamente esa casa, que tardaron meses en encontrar y para la que ella vendió la suya en Bel-Air, lo que dio la pista definitiva sobre una ruptura a la que ya solo le falta ser anunciada. Esa inmensa mansión de más de 3.500 metros cuadrados y 38.000 de terreno con 12 dormitorios y 24 baños está a la venta. Ya no es solo la prensa del corazón, sino los portales inmobiliarios los que se hacen eco de la salida al mercado de la propiedad por 61 millones de dólares, siete más de lo que costó hace un año. El que fuera nido de amor de los recién casados es hoy un puñado de paredes vacías con sus habitantes, y sus respectivas familias, ya lejos de allí.
El cumpleaños de Lopez coincide con un par de eventos que hace que la celebración sea aún más complicada.
El 17 de julio se cumplieron dos años desde que la pareja se casó por sorpresa en Las Vegas; un mes después, a finales de agosto, lo hicieron de nuevo, ya con amigos y familiares en una gran fiesta en el rancho del actor en Savannah, Georgia. Pero este año no ha habido celebración de aniversario. Ni han estado juntos en la del cumpleaños de ella. Para cuando llegue el tercer festejo, quizá ya no haya nada que celebrar.
Lopez lleva meses sonriendo ante los fotógrafos, poniendo buena cara ante los periodistas, a los fans que le piden autógrafos, a todos los que le preguntan cómo está y en qué anda trabajando. Pero con todos ellos evita la misma pregunta: la de cómo va su matrimonio. Unos reporteros trataron de hacérsela durante la promoción de su película Atlas a finales de mayo, pero su compañero de reparto, el actor Simu Liu, les frenó los pies para evitarle el trago. Pero es difícil ponerle puertas al campo.
La crisis ya no es solo un rumor de los tabloides, ni algo que se vea en la cara últimamente tristona de la estrella. Los indicios son demasiados y ya del todo claros.Fue a mediados de mayo cuando quienes les siguen constantemente se dieron cuenta de que la pareja no se dejaba ver en público, inmersos en sus perennes arrumacos, desde marzo.
La primera gran pista es que ella acudió a la importante gala del Met, que además amadrinó, sin él, en un gesto que sorprendió a propios y extraños. Posó en la escalinata del museo neoyorquino sola, más delgada que nunca (ella misma lo confirmó, afirmando que hace mucho ejercicio por los rodajes en los que está inmersa) y solo con una media sonrisa. Ese fue el primer momento en el que su relación se puso en la picota y, meses después, no ha dejado de estarlo.
NOTA CON INFORMACIÓN DE PORCEL