

Pero no solo fue música: fue una experiencia total. Una producción visual imponente, luces vibrantes y una conexión cercana con el público regio, ese que nunca falla. El director de la orquesta no solo marcaba los tiempos: también nos sacó carcajadas con comentarios como “¿Quién quiere un hijo de Evan?”, refiriéndose al vocalista rockstar del show, con camisa negra de piel desabotonada y una actitud que parecía sacada directo de los años dorados del glam rock. Cuando sonó “Living on a Prayer”, todos estábamos dentro del videoclip.

Y sí, también hubo voces que cortaron la respiración, como la de la soprano Isabel Govea, que se adueñó del escenario con fuerza y elegancia en piezas que desbordaban pasión.
Sonaron himnos como “Sweet Child O’ Mine”, “Bohemian Rhapsody”, “November Rain”, “Wind of Change”,”Final Countdown”, “Highway to Hell”… y la audiencia los cantó con alma y garganta. Fue como si el tiempo se detuviera y el pasado se abrazara con el presente, con arreglos que enchinaron la piel y llenaron de orgullo a todos los que crecimos con esas canciones.





Esta no fue una noche cualquiera. Fue una celebración del rock, de la música orquestal, y del talento joven mexicano. Y sobre todo, una muestra de que cuando se toca desde el corazón, no hay género que se resista. 🎶💥








Imágenes por: Arqueles García