Un remake surcoreano que mezcla nostalgia estudiantil con estética K-pop y se abre paso en la cartelera internacional.
La oferta del universo audiovisual dio un giro de 180 grados cuando, hace ya más de quince años, se globalizó el fenómeno del K-pop: un género musical con una larga historia y desarrollo en su país de origen, Corea del Sur, que tomó por sorpresa a las audiencias internacionales. Pronto, los idols coreanos comenzaron a llenar las expectativas musicales, visuales y culturales de un público sumamente variado. El impacto cultural de la ola coreana ha sido tal que hoy abundan los mercados y centros comerciales especializados en la venta de accesorios, productos de skin care y snacks provenientes de aquel país. Además, el aesthetic coreano ha sido replicado por hordas de jóvenes inspirados en sus grupos favoritos.
Pero, teniendo Corea del Sur una tradición cinematográfica tan vasta y propositiva, ¿por qué hablar de K-pop para introducir La niña de mis ojos? Intentaremos explicarlo.
La niña de mis ojos es un remake de la película homónima taiwanesa de 2011, dirigida por Giddens Ko, basada a su vez en una novela semi-autobiográfica escrita por el mismo autor. En esencia, ambas versiones cuentan la misma historia. Goo Jin-woo es un estudiante de preparatoria que se enorgullece de no tener aspiraciones, excusándose con el temor de demostrar lo bueno que realmente podría llegar a ser. Sun-ah, por otro lado, es la estudiante modelo: aplicada, elegante y con el corazón de toda la escuela, incluyendo el de los cuatro mejores amigos de Jin-woo. De distintas maneras, todos —excepto Jin-woo— intentan conquistarla sin reparo en demostrar su enamoramiento.




La vida estudiantil va acercando a los protagonistas, despertando en Jin-woo el deseo de demostrar su verdadero potencial, motivado por el apoyo constante de Sun-ah. Mientras las insinuaciones románticas entre ambos aumentan, nunca concretan una relación, y la misma etapa estudiantil que los unió los separa al llegar la universidad. Ahí, su vínculo —hasta ahora meramente amistoso— se verá sometido a nuevas pruebas.
En un terreno donde las comedias románticas ya han ocupado todos los formatos disponibles (las hay de fantasía, épicas, de cambios de cuerpo y un larguísimo etcétera), La niña de mis ojos no ofrece nada nuevo en cuanto a trama. Aunque presenta giros interesantes y momentos anticlimáticos bien colocados, todos estos elementos ya estaban presentes en su antecesora. Lo interesante del filme es cómo cuenta esa historia, y lo hace en clave K-pop.
No solo los protagonistas son interpretados por figuras de la industria musical —Jung Jin-young, exlíder de B1A4, y Dahyun, integrante del famosísimo TWICE—, sino que la cinta sigue todos los lineamientos estéticos de esta subcultura. La fotografía, a cargo de Hong Jae-sik, es un desfile continuo de postales aesthetic, una colección de reels que cualquier fan del país asiático querría tener en su Instagram al volver de un viaje soñado. El uso de piezas musicales, estratégico y bien pensado, cumple su propósito: aspiracional para los más jóvenes que sueñan con vivir un verano así, y nostálgico para quienes recuerdan su primer amor.
Aunque estos recursos no son nuevos en el cine popular surcoreano, lo interesante está en cómo se combinan todos en un solo metraje. Por momentos, uno siente que está viendo una telenovela, luego un video musical, o incluso un TikTok de “los 10 lugares que debes visitar si vas a Corea del Sur”.
La relación entre los protagonistas se construye con una tensión típica del K-Drama: no hay contacto físico, ni deseo explícito. Son las miradas sutiles —captadas bajo el cliché de la cámara lenta— y pequeños actos de cariño los que sostienen la historia. A pesar de que esta tensión queda bien establecida en el primer acto, después de la mitad de la película comienza a cansar. Los protagonistas toman decisiones inverosímiles que los alejan y les restan profundidad. Sin embargo, la comedia del conjunto resulta bastante digerible y amena. Incluso con los chistes que solo tienen sentido en coreano, el trabajo de subtitulaje es decente y funcional.
La niña de mis ojos es una grata sorpresa para quienes nos sentíamos ajenos al lenguaje del K-pop. Para muchos, será la puerta de entrada a un mundo del que difícilmente podrán escapar. Si esta película funciona en taquilla, no hay duda de que con el paso del tiempo veremos más y más filmes de este tipo. Un terreno más que la ola coreana podría conquistar.
